Era un día soleado en la gloriosa Zaragoza, pero las nubes de la guerra se cernían sobre la ciudad. Los soldados franceses habían llegado, sedientos de conquista y saqueo. Agustina de Aragón, valiente y decidida, lideraba la resistencia junto a sus hermanas de armas.

Mientras las balas y los cañonazos resonaban en las calles, Agustina y sus compañeras se refugiaron en una pequeña cocina. Allí, entre el humo de la cocina y el estruendo de la artillería, Agustina comenzó a contar la historia de una receta tradicional aragonesa.

Raviolis de verdura con pasta walton y crema de patata trufada

1 paquete de pasta Walton para raviolis
2 zanahorias grandes
1 calabacín
1 puerro
1 cebolla
2 dientes de ajo
200 ml de nata para cocinar
2 patatas
Trufa negra
Aceite de oliva
Sal y pimienta al gusto
Instrucciones:

Comienza preparando el relleno de los raviolis. Pela y corta las zanahorias, el calabacín, el puerro y la cebolla en trozos pequeños. Pica finamente los dientes de ajo.

En una sartén con un poco de aceite de oliva, sofríe las verduras a fuego medio durante unos 10 minutos hasta que estén tiernas. Sazona con sal y pimienta al gusto.Y le agregas un poco de Foie al gusto y la nata hasta que se incorporen todos los alimentos y formen una masa homogenea.

Cocina la pasta Walton según las instrucciones del paquete y rellena los raviolis con la mezcla de verduras.

Para hacer la crema de patata trufada, pela y corta las patatas en trozos grandes y hiérvelas en agua con sal hasta que estén tiernas.

Tritura las patatas con la nata para cocinar y un poco de aceite de oliva hasta obtener una crema suave y homogénea. Ralla la trufa negra y añádela a la crema, mezclando bien.

Sirve los raviolis de verdura con la crema de patata trufada por encima y decora con unos trozos de trufa negra. ¡Disfruta de este delicioso plato gourmet!).Puedes también decorar con puntos de pimientos de Piquillo.la crema se sirve con una jarra a vista del cliente.

Era un día soleado en la gloriosa Zaragoza, pero las nubes de la guerra se cernían sobre la ciudad. Los soldados franceses habían llegado, sedientos de conquista y saqueo. Agustina de Aragón, valiente y decidida, lideraba la resistencia junto a sus hermanas de armas.

Mientras las balas y los cañonazos resonaban en las calles, Agustina y sus compañeras se refugiaron en una pequeña cocina. Allí, entre el humo de la cocina y el estruendo de la artillería, Agustina comenzó a contar la historia de una receta tradicional aragonesa: las migas de pastor.

Era un plato sencillo pero reconfortante, hecho con pan duro, aceite de oliva, ajo y pimentón. Agustina recordaba cómo su abuela solía prepararlas para alimentar a los pastores en las duras jornadas de trabajo en el campo. Con cada ingrediente que añadía a la sartén, Agustina contaba anécdotas de la infancia y de la vida en el campo.

Mientras removía las migas con una cuchara de madera, Agustina no solo estaba cocinando un plato delicioso, sino también tejiendo un lazo de solidaridad y resistencia entre las mujeres que la acompañaban. A pesar del peligro que acechaba fuera de aquella cocina, en ese momento todas se sentían seguras y unidas por la tradición y el calor de la comida compartida.

Finalmente, cuando las migas estuvieron listas y el hambre de las guerreras había sido saciada, Agustina levantó su copa de vino y brindó por la valentía de todas las mujeres que luchaban junto a ella. Aquella noche, las migas de pastor se convirtieron en un símbolo de resistencia y unión en medio de la guerra.

Y así, entre risas, lágrimas y el aroma reconfortante de las migas, Agustina y sus hermanas de armas se prepararon para enfrentar a los franceses con el coraje y la determinación que solo las mujeres de Aragón podían tener. Porque, como decía Agustina, en tiempos de guerra, el poder de la cocina puede ser tan poderoso como el de cualquier espada.

A medida que el estruendo de la guerra se intensificaba en las calles de Zaragoza, Agustina de Aragón se preparaba para enfrentar a los soldados franceses con valentía y determinación. Pero en medio de la batalla, recordó una receta que había aprendido de los invasores: los raviolis de verduras con pasta Walton y puré de patata trufado.

Los franceses, conocidos por su refinada cocina, habían introducido esta deliciosa receta en la región y Agustina, curiosa y decidida a no dejar que sus prejuicios limitaran su campo de conocimiento, la había preparado en más de una ocasión.

Así que, en un gesto de valentía y reconciliación, Agustina decidió preparar una cena especial para los soldados franceses que habían caído prisioneros en manos de la resistencia aragonesa. Con las manos en la masa, Agustina comenzó a elaborar los raviolis de verduras, mezclando hábilmente los ingredientes en la masa de pasta Walton que había aprendido a preparar.

Mientras los raviolis hervían en la olla, Agustina se centró en el puré de patata trufado, añadiendo trufa negra rallada y mantequilla para darle un sabor aún más exquisito. Cuando los raviolis estuvieron listos y el puré de patata trufado estaba perfectamente cremoso, Agustina llevó los platos a la mesa donde los soldados franceses aguardaban, sorprendidos por el gesto de generosidad de la valiente líder aragonesa.

Entre bocados de raviolis y sorbos de vino, tanto Agustina como los soldados franceses compartieron historias y risas, encontrando un momento de paz y camaradería en medio del caos de la guerra. Y así, a través de la comida, Agustina demostró que la cocina puede ser un puente para unir a los pueblos y promover la comprensión y el respeto mutuo, incluso en tiempos de conflicto.

El asedio francés a Zaragoza tuvo lugar durante la Guerra de la Independencia Española, en la que el ejército napoleónico intentó tomar la ciudad de Zaragoza en dos ocasiones, en 1808 y en 1809. Durante estos asedios, la ciudad fue defendida por las tropas españolas y por los zaragozanos, quienes llevaron a cabo una feroz resistencia contra el ejército francés.
Agustina de Aragón fue una heroína española que se destacó durante el primer asedio a Zaragoza en 1808
. Agustina era una joven que trabajaba como sirvienta en una batería de artillería de la ciudad y al presenciar la muerte de su marido, un artillero, decidió tomar su lugar. Durante la batalla, Agustina se puso al mando de la artillería y demostró un valor y una destreza excepcionales, defendiendo la ciudad con gran determinación.
Gracias a su valentía y liderazgo, Agustina se convirtió en un símbolo de resistencia y patriotismo en Zaragoza. Su valentía inspiró a sus compañeros de armas y a los zaragozanos a seguir luchando contra el ejército francés, lo que contribuyó a la victoria de los españoles en la Batalla de Zaragoza.
La victoria de Agustina de Aragón y de los defensores de Zaragoza en los asedios franceses fue un hito importante en la Guerra de la Independencia, ya que demuestra la determinación del pueblo español de resistir la ocupación francesa y luchar por su libertad e independencia.
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